sábado, 29 de septiembre de 2007

Princess of my darkness (Part 1)











Recuerdos vagos. Tu niñez.
Tragos amargos. Tu vida.



Le observo siempre, princesa, a usted, que tiene la altivez necesaria para enfrascarme la atención y colocarla suavemente a sus espaldas, como si jamás la hubiera visto. Con sus negros cabellos, enmarañados hasta las puntas, rosándole con éstas la cadera. Esas curvas que sutilmente se dibujan como si no quisieran llamar la atención, esas que dan origen a sus piernas que sólo me he podido imaginar, tantas noches, tantos días, tantos momentos...

Sus pechos? Le mentiría si le digo que no los recuerdo, con dos formas esféricas, suaves, como de algodón egipcio, como para dormir en ellas, soñar, viajar entre sus pirámides, mi emperatriz de la noche.
Por otro lado, usted no sabe que la espero, que la veo desde aquí, mientras escribo, seguramente piensa usted que soy un pobre diablo. Lo soy.






Pasa usted con sus atuendos que más que góticos son disfraces para desvanecer la belleza de su desnudez. Sé que me mira, con sus ojos profundos e inmensamente negros, me mira y me escudriña los deseos, me intimida, me deja desarmado, anonadado. Me doy cuenta que secretamente sonríe saludando a mi desgracia, maldita sea! Usted y su descaro para admitir que la amo, para saberse deseada y aún así ir a los brazos de aquel hombre, inocente gacela a su servicio!





Maldito yo, que sólo escribo fervientemente a sus espaldas, con deseos de escribir en sus caderas...


(And I will never forget our last first kiss)

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Next time




La próxima vez que me vayas a concebir, abórtame.
La siguiente vez que necesites un accesorio más para adornar tus creencias de independencia femenina, no me uses a mí.
Y si por cosas del destino nazco, cuando me prepares un biberón, llénalo con veneno de ratas y déjame agonizar en la cuna.
Si crezco un poco más y no te queda de otra, lánzame a una piscina, permite que me ahogue con el agua, pero no vuelvas a ahogarme en tus reproches y mis lágrimas.

Máldita sea, mátame si tanto te molesto !

Que preferiría eso a seguirte escuchando, a ti y a tu cantar de incoherencias enfocadas a volverme loca... más de lo que soy.

Ya no me hagas sembrar más odio, porque se me derramará en el estómago y acabará consumiéndome por dentro, como lo hacen estos repugnantes recuerdos que con tus actos dibujaste años atrás.

La próxima vez...
No! ojalá no haya próxima vez...

martes, 18 de septiembre de 2007

Havoc

Se conocieron por causalidad. Por insistencia de ella y por la poca resistencia de él. Un eclipse coqueto provocó los mejores besos, caricias, mordidas y prisas preorgásmicas un tanto ambiguas.





Dicen que a ella la encontraron dos años más tarde con los placeres extirpados; el dolor desparramado cual cáncer fulminante en el estómago; las lágrimas evaporadas y por consecuencia sus lamentos cristalizados en lo que parecían sus párpados.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Advice

- Seguí tu consejo al pie de la letra.

Le vi a los ojos, le grité con la pupila que le admiraba, que pensaba que era la cosa más bella sobre la tierra; le envolví los miedos en el satín de mi comprensión; le escribí versos, sonetos completos acerca de sus ojos y sus labios; le sonreí con la mirada, con el ser; le apoyé hasta en el más sencillo de sus problemas... aún así se fue.

- Entonces me equivoqué.

Love Scene




-¿No dices nada?
-No tengo nada que decir

Rompes en sollozos, explotas en lágrimas, sonrío sin que te des cuenta. Volteas a verme, intentas extirparme compasión del iris para untártela cual caléndula en las heridas que te deja mi indiferencia.
Por mi parte, me enamoro de la escena: tu carita de niña, tus lágrimas de cuarzos, no, de diamantes que te cortan los párpados. Finjo fastidio, volteo de un lado a otro; hacia la ventana, el piso, tu ropa, tus ojos que insistentemente buscan respuestas que no te daré.

Tu tez se ha empapado, tus palabras se ahogan entre tus intentos de no llorar y mi facilidad para ignorarte. Yo me fascino con la hinchazón de tus pómulos; me parece que el estado melancólico resalta tu belleza exponencialmente. La alegría que me da el verte así, suplicándome, llorando hasta el cansancio, en suspenso oscilando entre mi sí y mi no, es tan grande como la de que provocaría un tierno beso después del orgasmo, el caramelo después de morder el chocolate, la tormenta después de meses de calor.

Me dices que te vas, que ha sido suficiente humillación. Te levantas, azotas la puerta y pasan menos de cinco minutos antes de que regreses con un nuevo discurso mal planeado que me habrás de echar en cara. Yo, sonrío. Pretendo un poco de compasión, te extiendo los brazos para que te sientas en libertad de llorar; de felicidad, de temor, de horror de saber que te lastimaré nuevamente, con una entrada más sutil y un golpe más severo; haciendo añicos tu querer con mis palabras, reconstruyéndolo fácilmente con un “te amo”, o alguna otra baratija de las que te hacen feliz.