lunes, 25 de febrero de 2008

His first her time.

No era la primera vez de Claudia, tampoco sería la última. Ella no estaba borracha, pero había bebido algunas cervezas y un shot te tequila, se había desnudado completamente y deseaba terminar con aquello antes de las 2a.m. Ernie le pidió que dejara el asiento de atrás por un minuto. No podía dejar de verla, jamás había visto una fuera de pantalla y agradecía a Dios (o al Diablo) haber ido a ese lugar por presión de sus amigos.
Frente al desconcierto de Claudia, el muchacho tendía algunas mantas, súeteres y bufandas en el asiento de atrás a fin de hacerlo lo más cómodo posible. Se dirigió a Claudia y con voz temblorosa le dijo : ¨Si quieres.. te puedes arrepentir... ¨ y reía nerviosamente. La jovencita sonrió con compasión, regresó al asiento de atrás, invitó a su compañero a entrar y cerrar la puerta del auto. Nadie los molestaría, el guardia dormía en la caseta y las personas en el bar atendían una riña...

Una vez adentro, el joven comenzó a temblar, sus lentes le resbalaban por la nariz y sus manos parecían amarrarse y desamarrarse. Claudia sintió algo de ternura, pero a la vez le cansaba la espera, así que lo abrazó para romper la tensión. Ernie, al sentir los pechos de aquella mujercita, más que una erección, tuvo una corriente de adrenalina que lo llevó a susurrar un Te amo al tiempo que ella lo desvestía.

Conforme Claudia quitaba cada una de las prendas, descubría un escuálido y pálido cuerpo de niño alto, a sus 17 años, carecía de vello en las axilas y en el pecho. El muchacho no dejaba de temblar y se había resistido a quitarse los anteojos. Claudia trató de animarlo con caricias bajas y besos prohibidos, pero sólo consiguió ponerlo más nervioso.

Cuando ella al fin se dio por vencida y estaba decidida a vestirse, sintió una mano que la detuvo:
¨no te vayas, sé que tienes miedo, pero yo trataré de hacerlo con mucho cuidado para no lastimarte, es que, yo te amo¨ La mujer ahogó una carcajada y se acercó a él, puso aquellas manos flacas en su cintura y aparentó timidez. Ernie la ayudó a recostarse en el asiento mientras la acariciaba dulcemente, remarcaba con sus yemas la figura de mujer, la besaba, le besaba las ganas y le saciaba las ansias. Ella no podía más que disfrutar, ni siquiera se preguntó si aquel autista era experto o si había aprendido todo aquello de las películas pornográficas. No hubo penetración. Ël no era capaz de lastimarla, se sentía culpable de por sí, por haber hecho todo aquello en un auto y no en una cama cubierta de rosas, en una cabaña privada, cuyas escrituras estuvieran a nombre del Ingeniero David Ernesto Cobos Arredondo.

Al abrir los ojos, impulsada por una caricia en su rostro, Claudia se econtró vestida, satisfecha y confundida.

3 comentarios:

David Navarro dijo...

Ey, tu siempre estas en un buen momento por allá, pero ahora que estoy aquí déjame te digo que; esta muy bien el manejo de momentos, me gusto la realidad de las situaciones, un poco convenientes una o dos pero no importa, el caso es que la ingeniosa ingenuidad, como diría Bunbury, estuvo muy bien, de parte de ambos… creo que le diste a lo que querías por ahí, por que eso es lo tuyo, la realidad cruda y esas cosas, aunque esto pues es lo mas leve que te he leído, me sorprende.

Me recordaste algunas cosas que tenia por ahí guardadas, aun recuerdo esos discursos que acompañan la excitación femenina, y los nervios masculinos… siempre invente seguridad sacándola de mi manga.

Saludos, excelente narrativa…. Los cuentitos te salen bien.

Monchie Horror dijo...

aloha. bonito tu blog

Nadja Yukov Zoldovich dijo...

su relato me resulta muy familiar. muy cercano. Hola.